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Pocos saben lo que estas siglas en mayúsculas significan, pero todos aquellos corredores recreativos de largas distancias sabemos que son las letras que nunca quisieras ver en tu registro: DNF = Did Not Finish

Cuando decides competir en un evento de larga distancia, asumes que este riesgo es parte del reto aunque siempre crees que esto no te va a pasar. La mayoría de los corredores, por así decirlo, «nos conformamos» con cruzar la meta, el compromiso con nosotros mismos es ése: cruzar metas y de vez en cuando bajar nuestros tiempos, lo cual de por si ya es un gran logro.

Pero hay un grupo aún más selecto, los que corren con un compromiso de ser mejores: compiten por récords personales o clasificaciones a otros eventos; y para lograrlo entrenan con ese objetivo: ser más rápidos, ser más fuertes, no dudo que a veces les duela más y sus entrenos sean más incómodos, pero así son ellos, y de cierto modo, ¡los disfrutan!

Mi compañera de ruta, Eva García Luna, pertenece a ese selecto grupo. En Tokio correría por su récord personal y clasificación a Boston: 3 horas 30 minutos, así lo había entrenado y planeado.

Nunca lo mencionó pero se lesionó en su último entrenamiento, ya no había mucho que hacer, sólo esperar que no fuera tan grave pero no resultó así, en ese momento no lo sabía ¡pero tenía desgarrado el cuadricep!

El día del maratón salió decidida a lograr su compromiso ¡doliera lo que le doliera! Si algo he aprendido es que el corredor lo último que pierde es la fe, pero después de 11 kms y porque así lo quiso el destino, ¡coincidimos entre 36 mil corredores! Ella ya caminaba y me esperaba para decirme «ya no puedo, me lesioné». Yo entendía a lo que le sabían esas palabras, ¡su dolor más grande venía de su alma corredora!

En Tokio se la pasó pensativa, a ratos nostálgica y sólo vi una lágrima… Así es el deporte, a veces ingrato, a veces injusto pero mayormente satisfactorio.

Mi completa admiración a su amor por la distancia del maratón; y mi más grande agradecimiento porque cree en mi para este tipo de retos.

¡Gracias Bug por la enorme lección! Esta historia continuará…

Dinorah Macías