Puede parecer un disparate o bien, puede ser lo más tierno, pero decir que mis dos hijas han sido mis mejores maratones no es ninguna cosa fuera de lugar, no, al menos en mi cabeza de corredora.

Esta vez, con un poco de tiempo, quiero compartir las lecciones que correr me ha dado y que apliqué en este embarazo y parto.

1. Nunca desistas, si es para tí, llegará. Yo deseaba otro bebé pero antes de que naciera Matilda, que para mí es mi bebé arcoiris (así se les llama a los que vienen después de una o varias pérdidas), yo viví dos veces esos tristes episodios en menos de un año. Tenía dos opciones: victimizarme o levantarme. En soledad decidí llorar mis pérdidas, despedir a esos bebés que no nacieron y seguí adelante, correr me ayudó. Tanto, que hice cambios radicales en mi vida que abrieron paso a lo maravilloso que vendría después. A veces hay que mover la energía, uno se estanca. ¿Cuántas veces correr no nos ha enseñado que los resultados no son los esperados y que tenemos que aceptarlo? O peor aún, nos aleja de las carreras por una lesión. ¿Cuántas veces teníamos planeado correr una prueba pero antes tuvimos que cambiar otros aspectos de nuestra vida y la pospusimos? O como cuando correr dejó de ser prioritario…¿Les ha pasado? Y siempre, al menos yo, me he levantado con más fuerza.

2. Sé flexible. Si al menos entendiéramos que todo tiene un tiempo y que por más que queramos hay cuestiones que no podemos controlar. Yo abandoné mi ego, que creía que controlaba todo, es más, hasta tenía un plan con fechas y acontecimientos tanto personales como profesionales para que llegara mi bebé. Y no, yo no controlo todo porque llegó cuando tenía que ser. Dicen: «cuéntale tus planes a Dios para que se ría de ti» y sí, seguro se botó de la risa durante mucho tiempo conmigo. ¿Cómo enfrentamos la vez que tuvimos que abandonar una carrera? ¿Cómo el miedo se convirtió en reto cuando decidimos hacer una distancia mayor, correr en otro sitio o cambiar de coach para lograr nuestros objetivos? A mi me pasó y esta vez, lo acepté. Aun sigo sin creer cómo en un año mi vida dio un giro y encontré esa estabilidad que yo soñaba. Entendí que estar en la zona de confort no te deja crecer y a mi me gusta la aventura ¿por qué no hacer esa distancia que siempre has querido y no te atreves? ¿por qué no correr en ese lugar que sueñas?

3. No desaproveches las oportunidades aunque parezcan maldiciones. Mientras esperaba el milagro, mi mundo se reacomodó (hubo quien pensó que mi mundo se derrumbó), no puse resistencia aunque moría por hacerlo. Mi ego estaba herido pero yo soy más que eso, también lo entendí. En lugar de preguntarme ¿por qué a mi? me preguntaba ¿para qué a mi? Y eso, en lugar de atropellarme, me catapultó a cosas inimaginables, que ni siquiera sabía que existían. ¿Cuántas veces hemos tenido que correr para aclarar la mente? Correr no es mi terapia porque yo he ido a terapia psicológica durante 10 años (también la cabeza necesita mantenimiento) pero sí ha sido un gran escape para acomodar mis ideas. En uno de esos entrenamientos y carreras, mi mente se puso a trabajar para lograr mis nuevas circunstancias y tener esos momentos de soledad conmigo y desconectarme de la toxicidad en la que vivía, me enseñaron a fluir. Correr me ha enseñado de la paciencia y de aprovechar cualquier espacio para entrenar, para correr esa carrera que no imaginamos, para ver los problemas del tamaño que son, que por lo regular son más pequeños de lo que creemos, es más, a veces hasta los inventamos. Me enseñó a fluir, como cuando vas en una carrera y ya no piensas en nada, solo te dejas ir al ritmo que quieres llevar.

4. Planea pero deja espacio para que la vida te sorprenda. Cuando apareció el milagro, decidí hacer un plan de embarazo y parto, sí, como cuando decidimos correr un maratón y entrenamos 18 semanas para ello. Acá fueron 9 meses, donde mis coaches fueron mis doctores. Correr embarazada fue parte del plan, lo hice hasta la semana 34 que me despedí de las carreras, después incluí yoga y largas caminatas. Mi plan de nutrición no fue especial, todo lo resumí a comer de forma equilibrada, incluso me permití mis antojos pero sin excesos. De hecho, mi límite fueron 500 calorías diarias más de lo que siempre como. Subí 10 kilos y medio. Para el parto, decidí que fuera natural y sin medicamentos, cambié de doctor y hasta parí en otra ciudad. Si voy y corro maratones a otros países ¿por qué no escoger el sitio donde Matilda nacería? Esta vez quise algo más privado, con las personas indispensables, la vez pasada fue una cesárea, que para una primeriza asustada como lo era yo, fue la mejor opción. Al primer maratón uno va a vivir la experiencia pero al segundo, uno ya se pone retos diferentes. Me fue imposible hacerlo en agua como me hubiera gustado pero al final, mis gritos se escucharon por todo el planeta porque fue el modo de conseguirlo. ¡No sabía que podía gritar tanto! Eso no estaba en el plan.

5. Escucha tu cuerpo. Esto lo aprendí cuando me operaron de las rodillas a los 19 años. Me prometí jamás hacer algo que pusiera en peligro mi salud solo por demostrar a quien sabe quien, que yo era lo máximo. En mi embarazo fue mi regla de oro y también en el parto. Corría embarazada con precaución (debido a la hormona relaxina, los ligamentos se dilatan y eres más propensa a lesiones), además era mi forma de tener energía, me ponía feliz y era mi momento de conexión con mi bebé. En el parto, las contracciones me llevaron a ese universo maravilloso que solo las mujeres podemos vivir. Dar vida es un gran acto de amor. Y no digo que me siento realizada como mujer (uno se puede realizar sin ser mamá) pero sí que agradezco esta oportunidad. Fue una mezcla de dolor y felicidad, esa que conocemos los corredores, pero al triple.

6. Tú eres la dueña de tu vida, no los demás. Recibí muchos comentarios, a favor y en contra. Que si corría embarazada y le iba a hacer daño a mi bebé, que si me discriminaron por dar un mal ejemplo, que si estaba loca por querer parir sin anestesia, que si amamantar era lo más inútil, que si salí caminando del hospital y no en silla de ruedas, que si esto y lo otro, ¿saben qué? les agradezco sus intenciones y siempre tengo una sonrisa para todos. ¿Recuerdan cuando les decían que correr es de cobardes? O les preguntaban ¿por qué corres si te lastimas las rodillas? O bien, ¿para que corres tanto si nunca ganas? O la gran frase ¿tú eres de los que corren porque está de moda? Una sonrisa y a seguir, eso me lo enseñó correr. Cada quien habla de acuerdo a sus circunstancias y eso, también se respeta.

7. Controla el dolor, el poder lo tiene la mente. Duré 24 horas en labor de parto, oleadas moderadas e intensas me acompañaron 10 horas. Seis de ellas fueron totalmente intensas, ahí conocí la «pared» del parto. Yo también me pregunté ¿qué hago aquí? ¿para qué dije que al natural? ¿por qué quise tener otro hijo? Pero compararlas con esa famosa «pared» del maratón me mantuvo entera para saber que lo mejor estaba por venir y que unas horas después iba a liberar esas hormonas que correr nos da y que me iban a hacer sentir la mujer más feliz del planeta. Y así fue, mientras sudaba como si fuera en el kilómetro 40 y pujaba con todas mis fuerzas, yo crucé la meta de la mano de mi pequeña bbrunner, como cuando corrimos juntas tanto en México, Guadalajara, Mallorca y Nueva York. Después de eso, todo fue felicidad. Esta vez sí se me salieron unas lágrimas, me costó un buen este maratón, que más que el dolor físico, el haber superado el dolor psicológico previo, me hizo sentir orgullosa de mi.

8. Recibe tu medalla y agradece. Cuando la tuve en mis brazos, solo pude agradecer la oportunidad. Y ¿saben qué? Nunca antes me había sentido tan orgullosa de las decisiones que tomé para llegar a esto, de haber hecho caso a las señales, de haber seguido mis corazonadas, de no haberme resistido al cambio.

Gracias a todos los que se han tomado el tiempo para felicitarme, a los que me visitaron, me llamaron, me mandaron mensajes y a mis amigos digitales que me han mandado tan buena vibra en las redes sociales. Y no, correr un maratón no es un parto, sin quitar méritos a los 42k, esto lo supera por mucho.

Nos seguimos leyendo.