Conozco a Catalina desde hace algunos años, es prima de mi esposo. Ella es corredora y un día me inspiró.
Yo tengo dos hijos y una vida sedentaria desde que ellos nacieron. La mía es la historia de muchas mamás que dejamos de “ser” para dar vida y que otros “sean”. Di todo en esos embarazos de alto riesgo en los que estuve en cama casi la mitad de la gestación, sin moverme ni para ir al baño porque al primer paso empezaban las contracciones y el riesgo de parto pre término. Mis dos hijos nacieron sanos y crecen felices, rodeados de amor y en una crianza respetuosa.
Pero yo no volví a ser la misma. Ni por fuera ni por dentro. Creo que envejecí porque hasta estar acostada era motivo de algún dolor de espalda. Ya llevaba varios años así, pero hace 4 meses todo cambió. Una mañana me puse un pants, me vi al espejo y reconocí los 36 kilos que aumenté con el último embarazo. No sólo eran los kilos de más, me sentía sin vida. Me dio rabia.
Esa mañana dejé a los niños en la escuela y en lugar de regresar a casa, decidí ir a un parque cercano a correr. ¿Correr? ¡Pero si subir tres escalones me sofocaba! Me bajé del coche y empecé a caminar. No llevaba ni 400 metros, cuando ya no podía seguir. Me detuve a intentar controlar mi respiración y fue entonces cuando comencé a mirar el entorno: había un grupo de chicas que ya habían dado una vuelta completa al parque de 700 metros y entonces me rebasaban para continuar mientras yo seguía sofocada. También me rebasaron dos ancianos, una mujer y un hombre como de 75 años o más y ella usaba bastón. También me rebasaron dos obesos, una cincuentona y tres perros. Sentí coraje.
Pero no “coraje” como sinónimo de rabia. No. Sentí coraje a la manera gringa del término: tuve valor, sentí la suficiente fuerza de voluntad para terminar la vuelta al parque y para regresar al día siguiente, y al siguiente y al siguiente.
Y mientras esto sucedía, leía las actualizaciones de estado en el perfil de Facebook de Catalina: “Catalina ha terminado una carrera de 15 km en Runtastic”; “Catalina se encuentra en El Sope “A punto de entrenar!”; “ En sus marcas!! Listooss!!! A correr con Causa, con Emoción y con todo el agradecimiento del Universo!!”; “Recogiendo paquetes para la carrera!!”; “Una vez más, compartiendo la mesa con mi equipo… La mesa previa al Maratón Internacional de la Ciudad de México 2013!!!”
Yo me preguntaba ¿Cómo le hace? ¿Cómo puede ser capaz de correr 10, 15, 20, 42 kilómetros? ¿Cómo, si yo con apenas 2 ó 3 kilómetros siento que el corazón se me va a romper? No encontraba respuestas, hasta el día en que me inscribí en una carrera.
Salía todos los días a correr con un objetivo. Era a principios de agosto y la carrera de 5 km era el 28 de septiembre. Tenía que correr porque para entonces sólo caminaba. Había una fecha, una salida y una meta, y 5 kilómetros entre una y otra. Pensaba en mi esposo y en mis hijos: ¿Y si no la terminaba? ¿Qué le iba a decir a mi pequeño hijo? ¿Cómo le iba a explicar mi fracaso? Esos pensamientos me hacían correr. Me compré unos tenis, bajé a mi IPhone la App Runtastic, hice una lista de reproducción para escuchar música mientras corría. Dejé de caminar, corrí y me empoderé.
Apenas era la primera semana de septiembre y ya corría los 5 kilómetros. Para el día 24 que fue mi cumpleaños, me regalé lo que nunca imaginé lograr: correr 10 kilómetros. El día de la carrera no fui la primera, pero tampoco la última. Ese día la vida me la puso más difícil, no sólo había que correr, además tenía que hacerlo en medio de una gran tormenta. Correr bajo la lluvia, correr para hacerme fuerte, correr para reencontrarme y dejar de ser sólo “la mamá de Sergi y Paula” y volver a ser Cinthya.
Ahora es octubre y ya corro 10 km cada tercer día. Mi siguiente carrera es de 10 km y en noviembre correré una de 15 y tal vez en diciembre haga una de 21.
Mientras escribo estas líneas, Catalina está corriendo el Maratón de Chicago. Me sigue inspirando. Ella no lo sabe, pero el próximo año correré un maratón a su lado.
Cinthya Jordán