“Antes de correr solo me interesaba ser delgada, ahora que corro quiero ser sana, fuerte y feliz”.
Soy Rosario Ramírez Gutiérrez y el escribir esta nota me ha puesto a pensar mucho, y salir de mi zona de confort. No me es fácil hablar al respecto, pero me gusta ser honesta siempre. Una frase que me ha marcado dice: “No necesitas ser perfecto para inspirar a otros, permite que otros se inspiren por cómo aceptas y manejas tus imperfecciones”, y es por ello que siempre les comparto lo que soy, sin más, ni menos.
Hay una línea muy fina que divide una delgadez saludable de una peligrosa, y yo la crucé. Nunca quise aceptar la realidad de que yo estaba viviendo un desorden alimenticio, pero con el paso del tiempo he comprendido que así fue.
Hoy recuerdo y finalmente me doy cuenta, que mi relación con la comida no era saludable, que mi vida giraba en torno a las calorías que consumía, que le exigía a mi cuerpo más energía que la que le aportaba. Recuerdo que no salía mucho, evitaba eventos sociales para no comer cosas que pudieran hacerme engordar, pasaba de la clase de box a mi casa, y a veces salía a trotar sólo para quemar más calorías. Estaba débil y vulnerable, me enfermaba continuamente. El sentimiento de culpa tras comer algo “que no debía”, me perseguía hasta hacer el suficiente ejercicio para quemarlo todo. A pesar de que pesaba 46 kilos yo seguía pensando que necesitaba adelgazar. Percibía mi cuerpo como un problema y no como un regalo
Afortunadamente comencé a correr y todo cambió.
Hoy mi cuerpo ha ganado peso, pero disfruto la vida más que cuando era talla cero y quería ser doble cero. Ya no me obsesiona ser delgada, ahora sólo busco estar sana para poder conquistar cada meta que me forjo. Hoy agradezco a mi cuerpo la posibilidad que me da de correr 42 kilómetros, de subir muchas montañas y de poder soñar con ir más lejos.
Hoy como lo que me gusta, sin excesos ni remordimiento, y nutro mi cuerpo para poder exigirle sin arriesgar mi salud. Ahora salgo y convivo con la gente que quiero, disfruto los momentos sin atormentarme por las calorías.
Correr me ha enseñado a amarme y ha cambiado la percepción de mi cuerpo, porque cada kilómetro que me obsequia es un kilómetro que le agradezco. Ya no percibo mi cuerpo como algo que está mal, sino como un regalo que me permite descubrir la fuerza que no sabía que tenía, el coraje que guarda mi espíritu y la grandeza de alcanzar mis sueños.
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5 cosas que le pasan a tu cuerpo cuando corres