La historia de las mujeres en el maratón en relativamente corta. Hasta hace poco preguntas como: «¿Corres maratones?», «¿No es malo para la salud?», «¿Cómo una mujer aguanta un maratón?», «Las mujeres no deben correr, deben estar en su casa», «¿Yo, correr un maratón?, ¡nunca!»…eran muy comunes.
Vivimos en una sociedad que ha avanzado en este tema, figuras como Ana Guevara en pista y Madaí Pérez en pruebas de distancia, han dado como resultado que las mujeres abramos los ojos sobre si podemos hacer más que eso.
Cada vez vemos a más mujeres participando en los maratones, pero no es suficiente, los porcentajes han ido creciendo pero aún no pasamos de un un 35% en pruebas de distancia (10km, 21km) y en maratón se reportan porcentajes de entre un 10% a un 30% en los más exitosos.
Esta situación no solo sucede en México, sino en otros países del Centro de Europa, Sudamérica, el Mediterráneo, el Este de Europa, de Asia y Africa. Lo opuesto pasa en Estados Unidos y Canadá, por mencionar algunos, la participación femenina es mayor al 50%, las mujeres de todas edades están involucradas en el atletismo como un modo de vivir, correr es parte de sus vidas, lo cual es un ejemplo muy positivo a seguir.
Así nació todo…
Los orígenes de esta lamentable situación están escritos en la historia, quien fue muy severa con la participación de la mujer en eventos atléticos y en su vida en general. Como consecuencia, indirectamente forjó talentos y logró consolidar la fortaleza interna con la que contamos todas la mujeres, es por esto, que es importante saber los antecedentes de nuestras pioneras, nuestras guerreras maratonistas, que nos abrieron paso a lo que hoy vivimos y nos alientan a seguir luchando por nuestros derechos.
Hoy, el maratón es una disciplina que involucra a hombres y mujeres, con el tiempo las carreras de distancia han crecido en participación y un factor importante es que las mujeres se han involucrado cada vez más en este ámbito, pero esto no es suficiente. Para poder entender este crecimiento paulatino que ha tenido la participación femenil en el maratón, es de vital importancia remontarnos a tiempos antiguos.
En los años 776 D.C. y 339 D.C en Olimpia, Grecia, la discriminación a las mujeres era muy evidente, tenían “prohibido” participar en los Antiguos Juegos Olímpicos, las medidas eran bastante severas, aquella mujer que fuera detectada como espectadora en los Juegos tenía que ser ejecutada. Como premio de consolación, las mujeres en la Grecia antigua tenían su propio festival en honor a la Diosa Hera, que era cada 5 años y su único evento atlético era una corta competencia a pie.
A pesar de no tener permiso para participar, la primera mujer en correr y terminar un maratón, fue la griega Stamatis Rovithi, quien corrió la ruta del Maratón Olímpico en 1896 desde la ciudad de Maratón a Atenas, su participación fue extra-oficial.
Otra mujer en terminar un 42K fue Melpómene, quien trató de entrar al maratón Olímpico pero le fue negada su participación, calentó a escondidas pero cuando sonó el cañonazo de salida comenzó a correr junto a los hombres, pasó aquellos que desertaron la competencia y entró al Estadio Olímpico después de una hora y media de que llegara el Campeón Spiridion Louis, así terminó la competencia con un tiempo de 4:30 hora.
Con ello demostró de lo que era capaz una mujer, pero solo eso, sino que de 15 hombres que participaron solo llegaron ocho a la meta junto con ella.
Pero este fenómeno del despertar de la mujer maratonista no concluye ahí, continuó con la primera que su tiempo fuera tomado en cuenta como oficial, la inglesa Violet Piercy, quien corrió 3:40:22 el 3 de octubre de 1926, en una competencia inglesa. Poco a poco comenzaron a tomar en cuenta a las mujeres y dos años después, en los Juegos Olímpicos de 1928, las incluyeron en las competencias de pista y campo, pero no les fue bien, desgraciadamente se colapsaron en las pruebas de 800 metros, cuestiones que pudieron ser atribuibles a un entrenamiento no adecuado y en consecuencia, terminaron con un severo agotamiento. Debido a esto los organizadores redujeron no solo la participación de las mujeres sino la distancia, no podían correr más de 200 m y fue hasta 1960, que se retoma la prueba de los 800 m.
El récord extraoficial de Piercy duró 37 años, debido la escasa participación de las mujeres y fue hasta 1963, que la norteamericana, Merry Lepper, terminó el maratón con 3:37:07.
En el Maratón de Boston de 1966 es cuando surge Roberta Gibb, quien solicita su inscripción para participar y se la niegan con una nota que decía: “LAS MUJERES SON FISICAMENTE INCAPACES DE CORRER UN MARATON”. Contra todas las adversidades, Roberta insiste en competir, por lo que furtivamente y escondida detrás de los arbustos, espera el cañonazo de salida, se mete al maratón y termina con un tiempo de 3:21:25.
Roberta atrajo la atención de los medios y en una de sus entrevistas hizo ver que al promover a las mujeres en el maratón no estaba haciendo un movimiento feminista en los maratones, que ella no luchaba contra los hombres, que su lucha es contra la distancia tratando de medir su propio potencial.
Le siguió los pasos al año siguiente Katherine Switzer, de 20 años, quien como toda mujer, impulsada por su deseo de participar, hecha una mentirilla y se inscribe como K. Switzer apoyada por su entrenador, mienten en el estudio médico y él recoge su número. Katherine corre el maratón contra viento y marea, cuando de repente, en la milla dos, es detectada por la organización, continúa corriendo y unos metros antes de llegar a la meta, dramáticamente tratan de orillarla a dejar la competencia. En este momento es cuando entra a formar parte de la historia, sus compañeros de la Universidad de Syracuse, quienes interceptan a los oficiales del maratón evitando que la saquen de la prueba. Como ven, qué difícil ¿no?, pero al final estas mujeres lograron su cometido, correr un maratón.
Estas participaciones históricas dieron lugar a que en los siguientes años, la mujer tomara más interés en la participación de competencias de larga distancia. La difusión masiva de las fotografías de los oficiales tratando de detener a Switzer fue tan efectiva, que no solo le abrieron los ojos a muchas mujeres, sino que dio lugar a cuestiones políticas en pro de las mismas. Era tiempo de cambiar las reglas que les prohibían correr más de dos millas y mucho menos correr a lado de los hombres; las pruebas eran evidentes.
En 1971, el Maratón de Nueva York decide integrar la categoría de mujeres y con esto pone el ejemplo para que otros maratones las tomen en cuenta oficialmente. Este movimiento fue esparciéndose por todo el mundo, las marcas comenzaron a bajar y el desafío de la mujer participando en 42K empezó a verse dentro de la sociedad como algo más común.
Argumentos como que las mujeres no debían de correr un maratón por cuestiones médicas, hasta que no era conveniente ni popular incluir el maratón femenil en los Juegos Olímpicos, detuvo el desarrollo de la mujer en este ámbito.
Muchos esfuerzos fueron hechos por crear más maratones donde se incluyeran a las mujeres. En 1973 en Waldniel, Alemania, se celebró el primer 42K solo para mujeres, seguido de varios eventos más donde la mujer jugaba un papel importante. Este movimiento trató de involucrar empresas a fin de que patrocinaran los maratones, fue el caso de Nike y Avon quienes fueron de las primeras empresas en apoyar esta causa.
Posteriormente la Asociación International de Federaciones Atléticas I.A.A.F, a través de su presidente Adrián Paulen, comenzó poco a poco a simpatizar con la idea de incluir a las mujeres en las pruebas de distancia y con estrategias cautelosas y concisas, avala el primer maratón de mujeres en 1979, el Maratón de Tokio y con esto, solidifica el camino para la inclusión del maratón en los Juegos Olímpicos.
Después Joan Benoit Samuelson comenzó a hacer historia con las mujeres en el maratón. Como le puede pasar a cualquier mujer deportista, Joan se rompe una pierna esquiando y después de una larga rehabilitación decide comenzar a correr para volver a estar en forma. Se da cuenta que le gusta siendo una estudiante de la Universidad de Bowdoin College en Maine, Estados Unidos y se inscribe al Maratón de Boston en 1979, se oculta bajo una gorra de los Medias Rojas de Chicago y siendo una desconocida, gana la prueba con un tiempo de 2:35:15, bajando el récord con 8 minutos.
Al mismo tiempo que las mujeres se abrían paso en este ámbito, en la medicina se disipaban las dudas de la capacidad de la mujer para correr maratones. Fue en 1980 cuando el Colegio Americano de Medicina Deportiva (ACSM) emitió un comunicado diciendo que no existían evidencias científicas o médicas que evidenciaran que las carreras de larga distancia fueran contradictorias para la salud, específicamente para una mujer que cuenta con un entrenamiento previo. Estos argumentos fortalecieron la lucha por incluir la prueba de maratón en los Juegos Olímpicos.
México no se quedó atrás y fue en León, Guanajuato, según coinciden historiadores, en donde se celebra el primer maratón en México, el denominado “Maratón Independencia” el día 14 de septiembre de 1980 y en él participa la primera mujer en ganar un 42K, mejor conocida como “La niña corredora”, Gloria Alonso, pequeña en edad y en estatura, pero con una fortaleza inigualable, de aproximadamente 17-18 años.
La lucha por la igualdad y la inclusión de la prueba de maratón en los Juegos Olímpicos continuó y fue Katherine Swizer, quien fungió como interlocutora en esta lucha al lado de Adrian Paulen, Presidente en turno de la I.A.A.F. y otros actores del deporte de esa época, quienes influyeron para que el Comité Olímpico Internacional definiera su decisión.
Joan Benoit, continuó haciendo historia, demostrándole al mundo su gran capacidad y representando a las mujeres dignamente. Ganó el Maratón de Boston en 1983, corriendo 2 minutos más rápido al récord mundial que poseía Grete Waitz en el Maratón de Londres, quien lo había conseguido un día antes; esto lo logra a pesar de haber sufrido una operación en su tendón de Aquiles dos años antes.
La lucha contra la inequidad de género en el ámbito del atletismo logró su primer victoria en el Primer Maratón Femenil que se celebró dentro de los Juegos Olímpicos en 1984, cuando Joan Benoit ganó con un tiempo de 2:24.52, con una diferencia de un minuto contra Grete Waitz, Rosa Mota e Ingrid Kristiansen. Joan logró posteriormente más victorias, como la prestigiosa carrera de ruta de Falmouth, la cual ganó en 6 ocasiones, rompiendo el récord en cuatro de esas ocasiones. Ganó el Maratón de Chicago en 1985 rompiendo el récord americano de 2:21:21. En 1985 recibió el premio James E. Sullivan como la alteta amateur más importante de los Estados Unidos.
Fue en 1990, dentro del marco del desarrollo social de la mujer, cuando el grupo de mujeres en la lucha por el reconocimiento de sus derechos humanos, lograron un gran avance en el deporte al incluirse en el reglamento Olímpico el siguiente artículo: “El Comité Olímpico Internacional promueve con fortaleza, con un significado apropiado en la promoción de la mujer en el deporte en todos los niveles y en todas las estructuras, particularmente en los cuerpos ejecutivos de las Organizaciones Deportivas Nacionales e Internacionales con una visión de que estrictamente se aplique el principio de igualdad entre hombres y mujeres” Regla 2, párrafo 5, Capítulo Olímpico en vigor 18/07/1996.
Como ven la historia es muy clara, las mujeres se abrieron paso en el mundo del atletismo, específicamente en el maratón, demostrando su capacidad y tenacidad en ser reconocidas, luchando contra viento y marea dentro de una sociedad con un pensamiento muy estrecho que les impedía fungir papeles importantes dentro de la vida social y política y mucho menos deportiva.
Hoy en día esas prácticas están tendiendo a desaparecer, nuevas leyes han entrado en vigor, pero aún existe inequidad en la vida deportiva de la mujer, en los eventos atléticos y en distintos ámbitos político deportivos, aquellas cuotas de género que no deben de existir, ya que debe haber igualdad, sin porcentajes de participación en puestos estratégicos, sin premiaciones desiguales, sin explotación deportiva a las mujeres, acoso sexual en las deportistas, etc.; solo me queda mencionar, que está en nosotros ir erradicando estas prácticas, con esfuerzo y trabajo en nuestros ámbitos de desarrollo, participar en este tipo de eventos deportivos nos brindará muchas satisfacciones personales, sin tenerle que demostrar a nadie de lo que somos capaces, solo a nosotras mismas que podemos correr, trabajar y hacer muchas cosas que, fortalecidas por una vida deportiva, podremos lograr rápidamente.
Correr nos da vida, correr nos da autoestima, nos forja el carácter y nos hace más seguras de nosotras mismas. Las mujeres en el maratón lo demuestran.
Martha Irene Morales Villalobos
Vicepresidenta de la AIMS (Asociación Internacional de Maratones y Carreras de Distancia)
Ahora ve:
5 mujeres que nos inspiran a correr