Cuando me preguntan cuántas hermanas tengo y en qué orden nacimos, siempre lo digo así: somos tres, yo soy la mediana y si, dos vivimos en una ciudad y la “chiquita” vive en otra.
Hasta hace poco tiempo me empezó a caer el veinte de que mi hermanita, la chiquita, ya es una mujer hecha y derecha, y madre de mi único sobrino directo. Eso la pone en un lugar súper especial en nuestras vidas, en mi vida.
Sé que a veces se siente un poco desplazada porque toda la familia nos embobamos con el sobrino/nieto, sé que ha tenido que aprender a que ya no es la chiquita, la que todos siempre nos preocupamos cómo está y en qué le podemos ayudar, casi toda esa atención se ha transferido al querido y único chamaco de la familia.
Estos últimos años mi familia ha sufrido muchos cambios y ha sido entonces que he visto cómo mi hermana, mi hermanita ha ido creciendo, evolucionando y tomando caminos diferentes. Sólo puedo decir que es una de esas situaciones de la vida que te marcan y que te definen como ser humano y en este caso también como mamá.
He visto cómo dentro de toda la revoltura de sentimientos, de opiniones, de juicios y miedos, ha surgido una mujer, una que ahora se hace total y plenamente responsable de su vida y de sus decisiones. Siempre teniendo en cuenta a su niño, sabiendo que cualquier paso que ella dé, afectará directa o indirectamente a este pequeño ser humano en formación.
Y cada vez la admiro y la amo más, pues está formando a un ser bueno, inocente, compasivo y lleno de alegría y de amor por la vida y el deporte y por ende; de la disciplina. Mi sobrino está creciendo y observando cómo su mamá trabaja todos los días por hacerlo feliz, por ser ella misma feliz y parte de esto es correr, todos los días, los fines de semana y días feriados.
Recientemente hizo su segundo maratón, nada más y nada menos que el maratón de Londres, su sueño desde hace muchos años y no puedo evitar admirarla y quererla más. Con todos los desvelos, llevarlo a la clase de futbol, de gimnasia, tareas, bañarlo, etc mi hermana nunca perdió de vista su meta y fue a Londres, y no nada más terminó entera si no que mejoró su marca personal.
Mi hermana me inspira y me empuja a ser mejor persona, me persigue cuando corremos juntas y me grita: “¡órale huevona aprieta el paso!, tú puedes!!” y aparte de quererla ahorcar porque me hace reír y porque también quisiera parar y acostarme en el suelo mientras me tomo un café, la quiero abrazar porque no me detengo y sigo corriendo. Yo que nunca pensé que podría amar correr, ahora lo hago y cada vez me pongo mayores metas, y es en gran parte porque mi hermana me inspira.
Con toda certeza, puedo decir que tener hermanas es lo mejor que la vida nos puede dar, las hermanas son nuestro espejo, son nuestras mejores amigas, nuestras mayores críticas y al mismo tiempo las más grandes porristas, son el abrazo que nos consuela y cuando la vida es realmente muy buena, nos regala hermanas que evolucionan y que crecen y que cambian y te llevan en su camino.
Amo a mi hermana, la chiquita, que es GRANDE, increíblemente capaz, sensible, luchona, amorosa y una verdadera leona cuando se trata de su hijo y su felicidad.
Feliz día de las madres hermana.
Ale Ruiz