Lo que me llevó a correr mi primer medio maratón es sencillo: mi inseguridad.
No soy del tipo valiente ni de las que suele terminar las cosas que empieza, siempre dejo todo a la mitad. Así que dije, «¿por qué no?»
No sé que me pasó durante el recorrido. Fue extraño encontrarme a mi misma, hablar conmigo, motivarme, felicitarme, apoyarme. Llegué triste y nerviosa. Iba sola y no conocía a nadie. Empecé a correr, pensando en que tenía que concentrarme en mi respiración, en mi cuerpo, enel ritmo de carrera. Llegué al Ángel, le di la vuelta y me puse a pensar en no se qué y pasé junto a la meta y dije: «tal vez no lo logre».
Ahí me regañé por primera vez. Ese no es un pensamiento que me permitiría llegar a la meta, así que me obligué a cambiar mi mentalidad. Me enfoqué en el camino.
Lo siguiente que recuerdo preguntarme fue: «¿dónde estoy?» y eso me llevó a pensar que no sabía dónde estaba pero en mi vida. A lo largo de los 18km restantes sólo pude pensar en ello.
Cada kilometro me hizo perder la «in» de «inseguridad». Cada kilómetro me demostraba a mi misma que cada paso que daba me acercaba a la meta. Me di cuenta que la verdadera meta está dentro de mí. Los kilometros están definidos por mí. Que puedo lograr todo lo que me proponga. Que no necesito correr acompañada o tener a alguien a mi lado para que pueda lograr mis objetivos.
No corrí 21 kilómetros. Corrí 27 años de miedo, indecisión, inseguridad. Conquisté y sometí todos esos temores que me hacían creer que no era capaz de lograr nada.
Hoy soy otra. Tengo una meta nueva en mi vida que se que voy a conquistar: voy a ser feliz y voy a conseguir todo lo que quiero. Sé que no será sencillo, que habrá pendientes que intenten detenerme y asustarme para que renuncie, pero sé que no van a lograr pararme.
Carmen Edith Kobashi Margáin.