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Hace unos meses me lesioné en una de mis carreras, era intenso el dolor, a tal grado que en ocasiones no podía manejar o me despertaba el malestar por las noches. Ya estaba entrenando para mi primer maratón y aunque era tanto el deseo de realizarlo, conforme se acercaba la fecha para éste, el dolor no desaparecía.

Con el trabajo de la oficina y las actividades de los niños mi agenda estaba cada vez más saturada, a veces sentía que «mi sueño» iba a desaparecer. En una ocasión le hablé a Adrián Santillana, mi coach y les juro que Magdalena se quedaba corta de las lágrimas, porque me dolía y no podía entrenar cómo se requería para esta carrera tan demandante. Me contestó: «Roselia, maratones hay muchos, tienes que cuidarte». El mismo día mi esposo me comentó lo mismo y la depresión inició, estuve a punto de no realizarlo, fue un día antes del maratón que pedí a algunas personas que me escribieran alguna frase que me hicieran continuar cuando ya no pudiera, éstas las escribí en unos listones azules que mis hijos y mi esposo las sujetaron en mis manos como pulseras.

Llegué temprano a la salida y cuando vi a mi coach fue tal la emoción que las lágrimas aparecieron, fue esa tranquilidad de que todo estaría bien y que lo lograría, sabía que lo terminaría pero no quería lastimarme.

Así inicié mis 42k de enseñanzas, de emociones encontradas, cansancio, alegría, fiesta, motivación y energía que desbordaba cada parte de mi cuerpo. Cuando estaba en el km 9 inició mi dolor en el piramidal, que a cada paso se iba intensificando, mil pensamientos aparecieron, hubo dos ocasiones que casi me siento en el piso pero como arte de magia, en ese momento se me desamarró una de las pulseras que decía: «Mi Rosy, admiro de ti la perseverancia con que enfrentas la vida», y eso fue como inyectarme adrenalina y continué.

Me apalanqué del dolor intenso que traía para continuar, lo tomé con filosofía. Recordé todos los malos momentos que he pasado, las puertas que me han cerrado en el rostro, los no lo lograrás, las adversidades que he tenido, los gritos, etc., todos los malos recuerdos y pensé: «siempre he tenido dolores peores y he salido adelante». Ese intenso dolor fue mi fortaleza para decir que a pesar de todo, saldría adelante.

Empecé a tomar las pulseras y en eso estaba, cuando vi a mis hijos y a mi esposo esperándome en el km 17 y no pude detener el llanto porque siempre están ahí, a mi lado en todo momento, son mi motor, solo que mi esposo me conoce tan bien que en cuanto me vio, vino a decirme: «¿te duele mucho?» Y escuchó un paramédico y se acercó a darme un analgésico y untarme pomada, esperaba que Daniel Villanueva me dijera que ya no continuara y al contrario, me animó para que continuara y me dijo: «eres mi ejemplo y motivación».

Y continué mi camino; en el trayecto había puestos de auxilio así que en algunos me detenía y me daban masaje con hielo en la cadera y algún analgésico, nada impediría que disfrutara de esta gran fiesta; lo tomé de esa manera porque había sido todo un año de entrenamientos, a 0ºC, a altas temperaturas, de madrugar para subir a Chipinque, de desvelarme para dejar todo listo un día antes, etc., este momento era mi graduación así que la viví como una gran fiesta.

En el trayecto vi a personas muy importantes en mi vida animándome, desde el km 32 mis hijos y mi esposo estuvieron en los puestos de abastecimiento llevándome agua, electrolitos, chocolates, etc., era admirable la forma cómo me veían mis niños, esa mirada de admiración que no la cambio por nada del mundo y mi esposo con una sonrisa de satisfacción cuando me veía. Uno de los mejores momentos fue cuando escuché a mi espalda, «no le dije que caminara señora», era mi coach en su bicicleta, desde el km 36 hasta la meta se fue a mi lado, me cuidó, animó, guió en cada subida, respiración, movimiento de brazos, etc., ya entendía por qué mi esposo me decía cuando teníamos que recortar algunos gastos «todo, menos a tu coach», porque si quieres continuar con esto tienes que tener a alguien que te guíe y que sea profesional.

Hay muchas cosas que tengo que agradecerle a mi esposo y una de ellas es esto, así terminé mi maratón escoltada por mis hijos, esposo y mi coach. Mejor experiencia no pude haber vivido. Mil gracias por estar a mi lado en cada paso. Y me despido con una frase que me encantó:
«Puedes continuar para terminar la carrera y las piernas te dolerán por una semana o puedes renunciar y tu mente te dolerá por toda la vida». O la de mi hijo Walter de 10 años: «si realmente confías en ti misma desde lo más profundo de tu corazón, nada te detendrá» .

Roselia Valdovinos
14 de Diciembre 2014 Mty, NL