Estaba en un bautizo, comía un dip de chipotle con galletas Ritz, cuando llegó una chica invitada a la fiesta y me preguntó. «Oye, ¿para qué corres?», levanté la mirada, y le contesté: «para ser más feliz». Y hoy recuerdo que hace algunos años, un día me topé con un psicólogo en un café que me hizo otra pregunta: «¿de qué corres?» y mi respuesta fue «de la amargura».
Empecé a correr:
POR OBLIGACIÓN. Yo empecé a hace 20 años, cuando tenía 16 porque mi madre me dijo: «no te quiero de floja, vete al parque a dar unas vueltas y regresas a ver la TV». Desde pequeña hice ballet y luego gimnasia olímpica y justo antes de correr, me gustaban las clases de baile que incluían jazz y tap. ¡Se lo agradezco mucho!
POR GUSTO. Al año de correr, y en plena adolescencia y locura por las salidas nocturnas (porque yo me desvelaba desde el jueves hasta el sábado), vi que sí iba todas las mañanas o al mediodía (aún con el calor infernal de Torreón y cuando aún no se tomaba conciencia del daño solar) mi humor cambiaba para bien.
POR IMITACIÓN. Obviamente, yo fui una chica rebelde y cuestionaba todo, y no me quedó de otra más que hacer caso a mi madre de su petición de ser deportista. ¡Ella también corría! ¡Cómo le iba a decir que no, si el ejemplo lo tenía en casa! Mis hermanas también se unieron y así como salíamos juntas a reventarnos, también lo hacíamos para correr.
Sigo corriendo para:
SER MÁS FELIZ. A mi me queda claro que cuando tengo abstinencia de carrera, mi vida se torna agitada, me pongo histérica y nerviosa. La coach angelical Andrea de la Mora me lo dejó claro un día: «hacer ejercicio es parte de tus necesidades fisiológicas, has llegado al grado de no poder prescindir de él para ser una persona feliz». Y si, yo como muchos de ustedes, necesito shot de endorfinas a diario.
SER MEJOR PERSONA. A través de las carreras he entendido a la vida. Aplicar una analogía entre la vida y las diferentes etapas que una pasa cuando va a una carrera, sea cualquier distancia, ha sido reconfortante para mí. Me ha hecho tolerante, paciente, disciplinada y sobre todo, me ha obligado a abandonar cualquier apego material porque tengo un mantra que siempre me acompaña «disfruta la vida, al final uno se muere».
SER EJEMPLO PARA MI HIJA. Yo corrí por imitación y porque siempre reconocí que si mi madre lo hacía y le iba bien corriendo, ¿por qué no debía intentarlo?. Esto lo aplico para mi BBRunner, que ya se emociona más que yo con las medallas de las carreras y jura que hace abdominales para correr mejor. Quiero que vea este vicio en su madre, y que sepa que no se debe buscar la felicidad más allá de uno mismo.
TRABAJAR MEJOR. Pues sí, tengo la fortuna de que la vida me haya llevado a trabajar en lo que me gusta y que mi hobbie sea mi trabajo. Esto me permite estar donde debo estar y entender la vida de un deportista.
Pero independientemente de todo, yo corro para hacerlo toda la vida, espero un día cumplir 50 años corriendo ¿se imaginan? ¡Y entera! y que esto me permita sacar lo mejor que hay en mí y darle el mejor uso, y sobre todo, competir contra mí misma y FLUIR EN LA VIDA, ¡eso no tiene precio!
Esta fue mi reflexión de esta semana, ¡buen fin!