Hola, soy Valeria Guerrero. Del tiempo que llevo corriendo, este último año y medio ha resultado de los más complicados, pues ha sido un sube y baja de emociones. Todo comenzó (sin querer) cuando tuve la fortuna de haberme quedado desempleada por 7 lindos y raros meses. En este tiempo, estuve corriendo por mi cuenta, sin coach ni equipo, y sin ningún objetivo frente a mí, únicamente corría para relajarme y lograr enfocarme sin morir en el intento.
En esos meses de solo «correr por correr», mi gran amiga Karla, me invitó a formar parte del equipo Albatros, ahí me probó el coach Rubén Ordóñez, quien por alguna extraña razón, vio algunas cualidades que ni yo misma sabía que poseía. Me gustó su programa y entré al equipo. Ya muy encanchada en el entrenamiento (más no 100% comprometida, más adelante sabrán por qué), decidí poner como primer objetivo el 21K Adidas 2014, mi meta era terminarlo en menos de 2 horas y el resultado: ¡2:00hrs! Meta NO ALCANZADA. Para mí era evidente que algo no estaba haciendo bien, pues al final no conseguía lo que quería, no solo en mi deporte favorito, razón por la cual, empecé a dudar un poco de mis capacidades.
Finalmente llegaron dos ofertas de trabajo muy interesantes; me decidí por una y empecé a recuperar un poco de credibilidad en mí. Me fui a vivir por 6 semanas a Miami, gracias al trabajo, lejos de mi esposo y básicamente sola, pues los fines de semana no había con quien compartirlos. Seguí entrenando a distancia y me inscribí a una carrera de 10K, donde logré un buen tiempo, pero no el mejor. Los ánimos seguían bajones.
Estando en Miami, me contactaron para ser «rabbit» en la carrera de Nike y entre dudas y emoción, acepté el reto de correrlos en 60 minutos, era un tiempo bastante cómodo y razonable, tomando en cuenta que estaba entrenando a nivel del mar. Vine a México a cumplir mi compromiso y obtuve un resultado positivo, llegué 3 minutos antes, pensé que habría corredores molestos, pero quienes me seguían estaban super contentos de haber bajado su marca.
Entonces, un poco más confiada, decidí inscribirme al maratón de NY, sin embargo, como era de esperarse, no quedé seleccionada. Así que seguía sin tener un objetivo fijo, establecí uno más real y más alcanzable: el Medio Maratón de la ciudad de México. En el inter, mi amiga Jenny me contagió su frustración de no quedar seleccionada para NY y tratando de disminuir ese sentimiento, comenzamos a divagar con Chicago, ¿nos inscribimos a la lotería? ¡Va! y más tardas que perezosas ya teníamos pagada la entrada al draft.
El inevitable paso del tiempo me llevó a mi cumpleaños número 37, no festejé por múltiples compromisos, pero en el fondo no quería hacerlo, por alguna razón no estaba del todo contenta. Algunos disgustos y tristezas me tenían media ponchada, así que esta vez pasó desapercibido. Necesitaba algo que me hiciera «despertar», algo que me hiciera sentir viva, comprometida, con la mirada en un objetivo, ¡un reto!
El día llegó y después de una larga espera, recibí un mail en mi bandeja de entrada: «Congratulations! You have been selected to run the 2015 Bank of America Chicago Marathon». La emoción fue incontrolable, dudas, nervios, todo al mismo tiempo. El objetivo estaba claro: habrá maratón este año y ¡será un Major! ¡Ahí estaba ya mi gran reto!
Pero la vida no es sencilla, siempre trae algunas sorpresas con las buenas noticias. Así que mi madre cayó en el hospital, muy grave a punto de «colgar los tenis», gracias a Dios, lograron detectar su padecimiento y salió victoriosa de esa neumonía atípica. Después de 10 angustiantes días, logramos llevarla a casa. Todo iba tomando su camino, mi mamá cada día mejoraba, pero dos semanas después uno de mis mejores amigos murió víctima de un infarto fulminante. Mi amigo de la prepa, con solo un año más que yo, toda una vida por delante, te hace replantearte una y otra vez todo, el privilegio de estar sano y salvo en esta aventura llamada vida! ¡Pues hay que vivirla!!
Me quité las telarañas de la cabeza y empecé a entrenar como se debe para una prueba tan grande como lo es el maratón.
Muchas veces dudé de ser capaz de volver a hacerlo (ya había corrido uno hace dos años), tenía miedo de no poder lograr las distancias; pero poco a poco fui obteniendo mejores resultados en mis entrenamientos.
En el 21K del día del padre oficialmente arrancaron mis distancias pre-maratón. Pero debido a una deshidratación brutal (resultado de una enfermedad en el estómago que duró un mes), decidí no continuar en el km17. Con 4 paradas al baño, calambres en todo el cuerpo y la sensación de desvanecimiento, caminé hasta la meta, acompañada de mi amiga Karla. Esto provocó que dudara de lograr correr mi segundo maratón.
Hice 26K en el ciclotón de la ciudad pero no logré terminarlo corriendo, me paré muchas veces, sientía las piernas más pesadas que nunca. ¡Solo pensaba que no iba a lograrlo! ¿Cómo voy a correr 42.195kms?
Hacía distancias en el Ocotal, me iba recuperando, pero aún no me sientía segura. Una de mis amigas, Alejandra, se unió conmigo a los entrenamientos, ella iba a correr el Maratón de la Ciudad. Así que comenzábamos desde muy temprano para hacer cuestas, luego en las tardes trotes, ritmo, intervalos, pista.
Jenny también se unió a los entrenos en el Ocotal, me jalaba porque es muy veloz y trataba de aguantarle el paso.
Cuando me tocaba «chequeo» de series de 5k, los lograba sacar en menor tiempo que mi mejor marca. ¡El coach estaba muy contento! y yo estaba que no me la creía, me sentía contenta y fuerte.
Hice otra distancia con Jenny, pero esta vez en los Viveros. No logré ni 5k con ella, venía cansada del chequeo, me entró la duda de nuevo pero un poco menos contundente.
Llegó el momento de la verdad, la distancia más larga hasta hoy en el entrenamiento rumbo a Chicago: 32km en el Maratón de la Ciudad de México. Las instrucciones de mi coach era correr a 5:30 el km en la medida de lo posible los 32k.
Alguna vez dije que no me atrevería a correr en México por la altura y porque mentalmente me cansa el saber dónde estoy y cuánto me falta para llegar a la meta.El 30 de agosto de 2015 sonó mi despertador a las 5am y me levanté sin problema, súper contenta, nerviosa como si fuera a completar el maratón. Hablé con mis piernas, me concentré, recordé mi mantra, me alisté y ¡me fui por esos 32k!
Pasé por Karla y nos fuimos hacia el km 10. Yo toda nerviosa e incrédula de mí misma, arranqué con la firme idea de lograr esos 5:30 en promedio por kilómetro.
Comencé a correr, mi cuerpo respondió de maravilla, agarré «vuelo» y en mi mente sólo escuchaba: ¡SÍ PUEDES! ¡NO TE RINDAS! ¡SIGUE CORRIENDO COMO VAS!. Pasé los primeros 10k en menos de la hora, los 15k en menos de la 1:30 hrs. ¡Llegué al medio maratón en 1:53! ¡Al fin rompí la barrera de las dos horas! no lo podía creer, me sentía perfecta.
En el kilómetro 26 estaba un poco cansada pero fuerte y feliz. Las porras, los carteles, los niños chocando las manos, me dieron mucha gasolina. Pensé que ha valido la pena todo: las desmañanadas, el cambio de alimentación, dormir temprano, dejar la fiesta.
Llegué al kilómetro 40, que para mí eran mis 30k y la mejor sorpresa apareció: ¡mi esposo! Me alcanzó y se fue conmigo hasta la meta. Yo seguí sin creer lo bien que iba y ¡mis tiempos! Mi esposo estaba maravillado y grabó mi entrada al estadio. Llegamos juntos a la meta y cuando la pasé, no hago más que llorar y llorar porque me doy cuenta de lo que soy capaz de hacer, de lo fuerte que puedo ser y ¡de que los límites no existen cuando se quiere hacer algo!! Esta vez no escuché lo que faltaba para llegar, ni el «ya me cansé», «que horrible ruta», etc; mi mente iba enfocada y clara en el objetivo ¡y lo logré!
Ahora más fuerte, contenta, con más confianza en mí, voy con todo a terminar mi entrenamiento para Chicago, donde espero cumplir el sueño de hacerlo por debajo de las 4 horas. Esto todavía no se termina…