Un día despertamos sin saber que íbamos a encontrar a nuestro verdadero amor. ¿Cómo lo descubrimos? Todas tenemos nuestra propia historia. Pero CORRER nos ha hecho muy felices durante los últimos días, meses, años.
La pasión con la que nos entregamos en los entrenamientos o al cruzar la meta de una carrera, nos volvió adictas a esa mezcla tan extraña de alegría y dolor al terminar de correr, al sudor que baña nuestro cuerpo, a la sensación de ardor en las piernas, a las pulsaciones aceleradas de nuestro corazón, a sentir mariposas en el estómago antes de un maratón, al sabernos tan poderosas por haber cumplido con una meta.
Correr ha sido nuestro amor, nuestro amigo, nuestro confidente, nuestro psicólogo, nuestro porrista, nuestro entrenador, nuestro TODO. Si hablara, podría contarles a todos cómo hemos reído a su lado, cómo nos ha abrazado cuando estamos tristes, siempre nos invita a dar más, nos ha dado momentos de libertad, nos ha devuelto la paz, nos ha visto llorar de alegría y dolor, ha aguantado nuestros berrinches hormonales, nos ha dado respuestas cuando creímos que ya no las había, cambió la opinión que tenemos de nosotros mismas, nos ha hecho comer sin sentirnos culpables, ¡nos ha dado alas para ir detrás de nuestros sueños!
Si te identificas con nosotras, únete. Las mujeres que corremos somos más felices, todos los días nos repetimos: Soy Corredora.
Porque simplemente no imaginamos la vida sin correr.