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Hace mucho tiempo que no trotaba o corría, y no me pasó nada, no morí, ¡milagro sigo viva! Las calles no han cambiado su ubicación ni se han ido, no han cerrado los parques, ni las carreras semanales han dejado de existir, los «runners» no se han extinguido, todo sigue y seguirá igual.

Un día fui tan obsesiva con esto, que terminé odiando correr, y por ello, dejé de disfrutarlo.

Muchas veces me lesioné, vivía aferrada a correr aún sin poder y con dolor, gastando el dinero (que no me sobra) en consultas, rehabilitación y medicamentos, chamanes, alineando mis chacras y todo lo humanamente posible.

Recuerdo que me preocupaba viendo quién corría más rápido que yo, comparándome o siendo comparada; no consideraba que si alguien había dado un tiempazo, podium, o había logrado su objetivo, era porque se lo merecía por haber entrenado tal vez mucho más y mejor que yo.

Ya cumplí cinco años practicando este deporte fue justamente corriendo el maratón de Boston como lo festejé, y ahí mismo tuve una lección que nunca olvidaré.

Después de un buen descanso, de la recuperación post-maratón y de haberme despejado, tengo ganas de correr porque me gusta, porque me relaja y porque ya es parte de mi vida, mas ya no mi vida entera.

Hace mucho tiempo dejé de ser «runner», ahora soy una persona que le gusta hacer ejercicio para mantener mi mente despejada y de ser posible para no volver a ser tan gorda.

Jaqueline Miranda