Ya extrañaba estar por aquí y contarles de mis locuras al correr.
En dos meses han pasado varias cosas que me han mantenido motivada y feliz en mi vida a pesar del gran estrés que me producen los finales de semestre. Hoy les contaré de uno de los dos viajes que hice hace poco, uno a mi hermosa Mérida y otro a Guadalajara, y sí, los dos eran para correr.
El primer viaje fue algo que esperé cinco años. Mérida y yo hicimos match desde aquel diciembre de 2011 que estuve ahí. Este 2016 sabía que tenía que regresar ahí para poder hacer más perfecto mi 2016, así que en la expo de mi primer maratón me inscribí a la carrera que forma parte del Rock ‘n’ Roll Half Marathon (sí, todavía ni corría mi primer maratón y ahí andaba inscribiéndome a otra carrera). Después de mi debido descanso del maratón y el retomar los entrenamientos (ahora con coach, después les platicaré de eso) emprendí mi viaje a Mérida. El clima estaba perfecto, no estábamos arriba de los 30 grados y la humedad estaba “considerable”.
Sí, esta carrera fue mi primera del serial de RnR del de todos hablan y todos en el mundo están maravillados. Desde la entrega de números fue distinta y bonita, sencilla, rápida, con un ambiente distinto a los que he estado. Regresamos al hotel y pasando las horas ya estaba lista para la carrera. Mi hotel quedaba a unos dos kilómetros de la meta así que fui trotando como calentamiento hacia ella. Y entre fotos, ver mucha gente y aplausos entramos al corral, minutos después empezaría una nueva experiencia. Esta vez no tenía estrategia establecida más que disfrutar de Mérida y terminar sin molestias, que para ser sincera el principio me costó como 3K acostumbrarme a la humedad, hasta cuestioné seguir, sentí mucha frustración pues obviamente no estaba acostumbrada, pero al pasar de los metros, fue desapareciendo eso. Después corriendo en el centro de Mérida, rodeado de gente, luces, artistas cantando todo fue diferente, ya había encontrado un ritmo coqueto para el resto de la carrera. Iba cerca del kilómetro 7 cuando me di cuenta del estado en que estaba mi ropa y mi cuerpo en general: empapada, como si me hubieran tirado una cubeta de agua. JAMÁS EN MI VIDA HABÍA SUDADO TANTO EN TAN POCO TIEMPO. “Todavía faltan 14K y yo así” pensaba mientras me daba risa. Seguí mi camino, en el paso a desnivel me animé con las canciones, seguimos corriendo, en los puestos de hidratación siempre opté por la bebida isotónica (pues eso me recomendaron en carreras con climas así, para no deshidratarme) y hubo un punto en donde pausé mi música, corrí con los brazos abiertos y simplemente me sentía plena y feliz con la vida. Seguimos corriendo, la gente apoyaba, varios corredores se apoyaban y hasta gritaban sus nombres, no sé cómo le hacían sino se veían las caras a mi parecer. Corrí, corrí, corrí, llegamos al 20K, ya se sentía el ambiente de la línea de meta, Ana Torroja se escuchaba a lo lejos. Entramos al estadio, pasamos en frente del escenario donde cantaban y como siempre, no sé de donde, pero salió ese extra que me ayudó a dar el cierre.
2:10h marcaba mi reloj; estaba feliz porque había pensado que la humedad me había jugado en contra mía, pero no fue así. Me dirigí a la zona de recuperación, nos dieron nuestra respectiva manta para seguir calientitos, la medalla (hermosísima), la foto presumiendo todo el sudor y justo cuando iba a ir por mi playera de finisher, uno de los ayudantes del evento me dijo en inglés “Felicidades, ¿hablas español?” y yo le seguí la corriente contestándole en inglés que no, y así me dijo dónde debía de dirigirme por mi playera y mi pizza. Me quedé a escuchar a la Maldita Vecindad y a disfrutar de un triunfo más. Definitivamente terminé enamorada del RnR Mérida.
Obviamente al siguiente día no podía faltar la visita a Chichén Itzá. Y así ese fin de semana había pasado, ese fin de semana había vivido una experiencia única. ¿una locura? Sí ¿La volvería hacer? Definitivamente…
Continuará…