Soy corredora desde que tengo siete años, y siempre corrí porque la sensación de hacerlo me llenaba el alma y el cuerpo, sin embargo, llegó la faceta que muchas tememos: correr por ego.
Estuve un tiempo alejada de los entrenamientos y competencias por una fuerte lesión en mi pie izquierdo: fractura trabecular, tendinitis y ligamento roto.
Pasó el tiempo y como buena pesimista estaba segura de que jamás volvería a correr, hasta que recordé la palabra “maratón”.
Quise sentir nuevamente las sensaciones que me provocaba correr y todo lo que conlleva… entrenamientos, disciplina, constancia, valor y respeto a mi cuerpo. Por todo esto, una vez recuperada, decidí fijarme como mi próxima meta el Maratón de la Ciudad de México.
Comencé con mis entrenamientos y juro que los disfrutaba tanto. Cada día era aumentar un kilómetro más, y con él, aumentaba mi grandeza; me sentía indestructible.
Fue en mi segundo mes de entrenamiento que durante una sesión todo comenzó a complicarse, mi rodilla derecha se inflamó como nunca en la vida, y ni qué decir del dolor.
Fui con mi fisioterapeuta y me dijo que todo estaría bien, solo era cuestión de algunas sesiones de tratamiento y de reducir un poco la carga de entrenamiento. Confié.
Mi fisio tenía razón, a las tres semanas estaba recuperada de mi rodilla, pero ahora era el turno de mis tendones de Aquiles de quejarse, y así lo hicieron.
Fue después de un trote de 10 kilómetros que a la mañana siguiente no podía dar un paso sin llorar de dolor. Sabía que era momento de parar, pero no quería aceptarlo.
El dolor fue tal que esta vez fui con mi ortopedista, quien desafortunadamente me dijo que no había opción, debía detenerme o ambos tendones terminarían en cirugía. No estarían listos para un maratón.
Lloré todo un viernes, y fue ese mismo día que tuve que armarme de valor y recordarme que mi grandeza no era por cruzar la meta de un maratón, sino por el amor que le imprimo a las cosas que hago.
Ese día también recordé que soy corredora por amor, no por un tiempo, no por una carrera en específico, lo soy porque es mi decisión; es lo que me llena y me complementa.
Una vez más le aplaudí a mi cuerpo por recordarme que es sabio y que debo escucharlo en todo momento.
Así que cada que sientas que estás ante un tropiezo en tu carrera como corredora, recuerdas que solo es un escalón más para recordarte lo que vales y lo que realmentente eres.
Ale Vidal…