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Érase una vez…¡así tiene que empezar esta historia!

¡Mi segundo Maratón del cual estoy estúpidamente enamorada! Ha sido un año de cambios en mi vida, no voy a ponerle etiquetas de si ha sido bueno o malo, difícil sí, pero lleno de aprendizajes, de sentimientos, de vida, de amor…jamás me he sentido tan plena y responsable de mi, estando sola he sido consciente de muchas cosas, nada es fácil pero tampoco nada es imposible.

Mi entrenamiento para este, mi segundo maratón, estuvo lleno de altibajos, acostumbrarme al clima de Querétaro, a correr sola, a correr en las calles, a viajar y sentirme cansada, a lidiar con corredores por moda, a que por primera vez sintiera una lesión en mis piernas. A no poder completar las distancias dominicales por el dolor físico y mental, no hice el entrenamiento como lo dictaminó mi entrenador (Roberto Hernández), esa es la verdad, no por que no quisiera, sino porque lo que pasaba a mi alrededor ¡me pesaba tanto! Era demasiado para mi hasta que descubrí que el correr era lo único que yo me podía quitar, ¡nadie más! Solo yo, la culpable de lograr o no este maratón era yo y nadie más.

La situación económica no me permitió ir a ninguna carrera programada, a no tener los tenis que quería, a repetir el outfit del año pasado y eso también me dolió. Eso es superficial, lo sé, pero hace una año todo era diferente…hace un año tenía la solvencia económica que este año al no tenerla ponía en peligro mi viaje para poder lograr ese sueño. Mi lesión en los muslos no se si fue sobreentrenamiento, el no saber correr o solo provocado por mi cabeza, era correr y pararme porque no podía más…era correr y trotar y caminar, y llorar y comer y lo mismo siempre. Algo que me hizo dudar y pensar muy seriamente si correría ese maratón o no fue el 21K de Cd de México, analicé ese día y si esas 2 hrs 24 min fueron el resultado de mi arrogancia, de mi flojera, de mi «valemadrismo», de mi soberbia. Cuando vi correr a Omar, uno de mis mejores amigos corredores al lado de mi el último km, me di cuenta que el creía en mí y que no se explicaba que me estaba pasando pero que definitivamente no me dejaría caer, literal, ese día todo mundo me vio cojeando, llorando, quejándome ¡y eso es algo que no quiero que vuelva a pasar jamás! Traté de no darle importancia, de no ventilar mi lesión en redes sociales, de ya no causar más lástima. Cuando algunos amigos me dijeron que no me arriesgara a correr el maratón así, primero los odié, pero ya con la cabeza fría me di cuenta que definitivamente debieron de verme muy mal como para decirme eso. He de ser honesta, pensé que mi entrenador me lo diría y si él me hubiera advertido que no lo podía correr no lo hubiera hecho porque entonces si me hubiera dado cuenta que realmente me veía y estaba muy jodida físicamente como para que el me lo prohibiera. Y no, no pasó, eso me dio la confianza de creer que aún podía, no importándome ya el tiempo, solo terminarlo y poder ser maratonista de nuevo.

El fin de semana del maratón, pasé el sábado por la mañana con mi familia, ¡me hacía tanta falta! Desayunar todos en la cama de mi madre, que se rieran de mis ocurrencias, que mi mama y hermana me dieran la bendición, que mi papá me dijera: ¡si no terminas ni regreses, eh! Jajaja Cuando me fui le dije a mi mamá: «mañana te traigo tu medalla». Salí con mi equipo, todos los Ocelotls, juntos fuimos a darle gracias a Dios. ¡No saben cuánto le pedí que me ayudara a lograrlo! Moría de nervios, no dejaba de llorar, ¡ese sábado fue horrible!

En la noche nos reunimos con otros corredores y después Omar y yo caminamos rumbo a la salida del maratón, no hablamos, solo nos abrazamos y suspiramos, no había que decir nada cuando nuestras miradas hacia esa salida lo decían todo. Llegué al hotel donde me hospedé y en algún punto de la noche me puse a llorar, como niña, no podía dejar de hacerlo, era la descarga de mis miedos, de mis frustraciones y de mis ganas de hacer un maratón, el mejor de mi vida porque así lo decreté y así fue.

El domingo 31 de agosto nos juntamos Aby, Sergio, Omar y yo…decidimos que los 4 saldríamos juntos como el equipo que somos y que cada quien correría su maratón, Yaz me buscaba pero jamás la encontré, y Mario, el niño que corrió conmigo casi todo la ruta me buscaba pero jamás lo vi. Cuando arrancamos le dije a Aby que se fuera porque bien es cierto que quería irme con ella pero también ella merecía luchar con sus demonios sola, así que la deje ir. El Garmin no me marcó los primeros 800 mts que fueron de pánico porque quería mantener el ritmo que me había pedido mi entrenador, pero saben, me sentía bien a pesar de la lluvia y el miedo, así que decidí no traumarme y de repente, empezó a marcar el reloj y dije: «ok, Beto nos pidió 4 horas 56 min y vamos a tratar de mantener el ritmo, voy a correr con sensaciones como en alguna ocasión me explicó y así voy a correr hasta que mi cuerpo diga basta». Y de repente Mario me alcanzó y me dijo: juntos hasta donde podamos amiga, y así empezamos a correr, estaba feliz, contenta, ansiosa, y te puedo describir cada km de ese maratón, cosa que no puedo hacer con el del año pasado del cual no me acuerdo de nada, empecé a ver a varios amigos en la ruta, gritándome, motivándome: «Hola Karol. Te ves muy bien. Vamos Karol. Hola amiga. Corre Karol» ¡Y eso eran endorfinas salpicadas! Cuando vi a mi entrenador por el km 9 creó que me dio miedo porque sentí que me regaño jajaja. Ahora entiendo que estaba cuidándome, en el km 16 si no mal recuerdo lo volví a ver y fue cuando me dijo que me alcanzaba en frente o algo así. A partir de ahí lo iba buscando porque sabía perfectamente que si algo quería hacer ¡era correr con mi entrenador a mi lado! Y decir: «¡vean! Es mi entrenador y corre conmigo! Superen eso novatos! Jajaja!»

Casi no hablaba con Mario, solo para preguntarnos si estábamos bien…cuidó mucho mi hidratación porque él era el que la recogía, casi no comía lo que daban porque no tenía hambre, encontré a muchos amigos, a esos chingones que me daban ánimos, ver a gente que admiro como Yakisha, Laura Germeind, Carlos Solís, Erik Garduño, Ernesto Lugo, y que me dijeran que me veían súper bien, que no bajará el ritmo ¡me emocionaba! ¿Cómo es que ellos se tomaban el tiempo para gastar su aliento en mi!? ¡La neta estaba extasiada! Cuando vi a mi entrenador, mi corazón latió muy fuerte, ¡estaba emocionada! Gracias Beto por correr conmigo, por creer en mi, por estar a mi lado y sobre todo, por no dudar jamás de mis piernas y de mi amor a esto.

Cuando llegó Yaz, mi amiga de Guadalajara, le di gracias a Dios por dejar que tanta gente fuera parte de mi maratón. Ver a Susy en la ruta y que ya tuviera mi Coca Cola lista ¡me partió el corazón! Gritarle a Elsy cerca del km 36 un: ¡Elsy aquí estoy! Y que ella llorará al verme ¡fue la onda! Siempre que me ve me dice que me admira y yo no sé, neta, por qué, jajaja! Ver a mi Daff me llenó de energía, ver a Black Vera y decirle ¡soy tu fan! A Julio César Morales y apretarle la mano, a Cecy Huerta con su pierna enyesada porque se lastimó un día antes y que estuviera ahí viviendo ese maratón ayudando a los que corríamos…¡cuánto amor y compañerismo puede existir entre zancada!

Cuando me dejó mi entrenador le di las gracias con el corazón y seguir con Yaz, que a pesar de su lesión, le estuviera chingando a mi lado para llevarme a la meta. Mario se había adelanto y de repente lo alcanzamos, jamás sentí la pared, pero he de confesar que ya en el 41 ¡no veía final! Ya me quería parar, le dije a Yaz: «amiga ya no puedo…solo quiero llegar y no veo cuándo» Me dijo: ¡No me chingues! ¡Falta un km! Jajaja! Entramos al túnel y fue ahí cuando dije: ¡gracias Dios por demostrarme que los sueños son reales! Crucé esa meta agradeciendo a Dios y ¡empecé a llorar como jamás lo había hecho! ¡Como jamás lo había necesitado! Paré el reloj y abracé a Mario y a Yaz, me fui sola a las medallas, recogí la mía y cuando llegué a las astas vi a Nancy Martínez Cano y a Omar con cara de felicidad al verme, ¡claro que dudaron al verme tan bien! Estaban preocupados por mis piernas pero al verme descansaron su alma jajaja Tengo a los mejores amigos del mundo y bien valen correr un maratón. Omití decir que corrí con una lista de las personas a las cuales les había dedicado un km, cada uno de ellos corrieron conmigo y ¡eso no lo pago con nada! Las piernas solo me dolieron poquito el lunes y el martes ya estaba trotando de nuevo, no me volvieron a doler, el único estrago que tengo es sueño.

Gracias a mi entrenador Beto por regalarme el mejor maratón de mi vida, gracias por cada consejo, por cada palabra, por cada km que corrió conmigo, él ha hecho a esta corredora, no soy la mejor pero cada logro, cada km es suyo y estoy orgullosa de mi entrenador. Gracias infinitas por hacerme creer en mi y sobre todo, gracias por entrenar a este equipo que te debe sus mejores logros. Gracias por hacer del Maratón de la Ciudad de México el mejor maratón de los Ocelotls. Gracias por ser parte de este pequeño equipo que te quiere y te agradece con todo el corazón. Mi medalla está con mi madre, donde debe de estar, cerca de su corazón. Ella está orgullosa de mi, lo que no sabe es que cada que cruzo la meta, ella está presente en mis piernas y en mi corazón. ¡Este maratón es lo más increíble que he vivido! Me quitó el miedo ¡a correr libre! Y hoy, ¡estamos entrenando de nuevo porque hay una nueva meta-locura en puerta! Y eso me hace feliz. Maratón Ciudad de México…¡no sabes lo que hiciste con esta corredora!

Karol Esparza