Maratón de Jerusalen
Mi nombre es Karime Piñera y me gustaría compartir mi experiencia en la última carrera en la que participé: el Maratón de Tierra Santa. 

Desde que elegí esta carrera mi corazón brincó de la emoción, este es un país que me parece muy interesante, es el epicentro de las tres religiones más importantes del mundo (judaísmo, islamismo y cristianismo ), además es una de las ciudades más antiguas del planeta. Para mi que soy creyente, saber que voy a correr por donde caminó el mero mero Jefe ¡me llena de gran ilusión!

Les cuento que cuando llené la inscripción de la carrera, contesté muy segura que lo terminaría en 4:15. Cuando llegué a Jerusalem y vi con mis propios ojos la altimetría de la ciudad, entendí porqué le dicen a la carrera “la rompe piernas “, no hay nada plano,
o subes o bajas, y me di cuenta que mi 4:15 jamás sería cumplido.

Mi estrategia para la carrera cambió en un segundo y sería la siguiente
:
1.- Gozar cada subida y no atormentarme por la siguiente (difícil )
2.- No alocarme en las bajadas (muy difícil )
3.- Apagar la función de mi reloj que marca el tiempo (en esta ocasión el tiempo es lo que menos importa)
Maratón de Jerusalen

La noche previa a la carrera no pegué el ojo, estaba aterrada, además me la pasé viendo el reloj, me daba miedo que la alarma no sonara, pero al llegar al lugar de la carrera, todo nervio quedó en el pasado y mi actitud cambió por completo.

Todo era nuevo para mi, lo primero que me llamó la atención era la indumentaria de las mujeres, traían falda abajo de la rodilla más un pantalón, yo me sentí un poco incómoda porque la mía era 1/4 de cm abajo del short, y calculo que solo el 2% de los corredores escuchaban música mientras yo movía la cadera con Margarita la diosa de la Cumbia.

Maratón de Jerusalen

Iba súper concentrada pero en el km 10 siento que alguien me da un codazo, me asusté, no entendía qué pasaba, un tipo me dice con señas algo que no entendía, al poco tiempo, me da otro codazo y con movimientos más dramáticos me pidió que me quitara los audífonos, yo dentro de mi pensé: «@@&$$ loco».

Al tercer codazo, ya súper enojada y con ganas de desgreñarlo, sentí que me jaló los audífonos y me hizo señas de que era un lugar sagrado, en ese momento entendí todo, a él le parecía una gran falta de respeto escuchar música en los lugares sagrados, le sonreí y le di las gracias. De ahí en adelante ya no hubo necesidad de más codazos solo si él bajaba el dedo, yo quitaba la música, con los ojos le preguntaba de quién era y me decía: «mío, tuyo» pero cuando era de los musulmanes hacía gesto de disgusto, pero yo iba ENCANTADA volteando para donde él me decía. En el km 21 escuché a lo lejos que mi hija gritó mi nombre, gracias a Dios iba de bajada porque me vio a todo galope, de haber sido subida me hubiera visto cascabeleando, nos saludamos y continué.

Maratón de Jerusalen

Mi mayor ilusión era correr por la ciudad antigua (donde sucedió todo lo que ya sabemos…..) con cada paso que daba y me iba acercando más y más a esa zona, el corazón me latía a mil, no sé si era por la emoción o por la larga subida pero cuando atravesé la puerta grande con muros de piedra color arena, oficialmente estaba dentro de la ciudad antigua y se me hizo un nudo en la garganta, yo creo que mi compañero se dio cuenta, me sacó del tumulto de los corredores para que viera toda la panorámica, quedé impactada de la emoción, confieso que se me empañaron los lentes. Él se alejó, me dio mi momento a solas, admiré todo lo que veía. Levanté el dedo y arrancamos, yo para ese punto estaba totalmente satisfecha de la carrera.

Maratón de Jerusalen

Después pasamos por una Sinagoga y llegó el momento de él, con señas me dijo que iba a entrar a orar, yo le apunté con el dedo y con mucha seguridad: «aquí te espero».
Más había tardado él en darse la vuelta cuando yo ya estaba acostada en un jardín, no sé cuánto tiempo pasó pero fue el suficiente tiempo para enfriarme, cuando me hizo la señal
«dedo hacia arriba», yo ya no me levanté tan fácilmente y arranqué con mucha dificultad.

Pero empecé a ver que él bajaba el paso, no quería perderlo como compañero de carrera y ahora yo fui la que le dio el codazo, le saqué un gel (para que le diera energía) ¡me dijo que no! pues le metí otro codazo con toda mi fuerza. Yo creo que por mi cara no tuvo más opción que aceptarlo, así llegamos al entendimiento con puras señas y codazos, ninguna palabra de nuestros idiomas eran compatibles.

Maratón de Jerusalen
Así estuvimos hasta el km 30, de repente él paró y me dijo: «no más», se topó con la PARED (este término lo usamos los corredores cuando literalmente se siente que hay una pared imaginaria que no te permite pasar, esto sucede por muchas razones, como cansancio, falta de hidratación, azúcar etc) nos sentamos en la banqueta, esperando a que se recuperara pero desgraciadamente, por la falta de comunicación, no le pude decir que la pared puede ser transitoria, la puedes atravesar si sacas todas tus fuerzas físicas y mentales. Con las manos me decía que me fuera, yo no quería dejarlo pero me obligó a incorporarme e hizo la señal de adelante.

Él estaba decidido a parar y yo todavía traía con que seguir, al despedirme lo intenté abrazar el no lo permitió, darle la mano, tampoco me dejó, solo hizo como una reverencia y se abrazó él, ese gesto lo interpreté como que me daba, a su manera, un apretón de brazos, sonrió y me hizo doble señal.

Yo no tuve más opción que arrancar, a partir de ahí venían los kilómetros más difíciles, esos que ponen a prueba de lo que estoy hecha, además empezaba a ver a muchos corredores sentados en las banquetas con caras agotadas, a algunos dándoles asistencia médica, yo pensé: ¡la pared nos anda rondando!

Maratón de Jerusalen


Para alejarla de mi, me metí todo lo que traía con azúcar, (casi me da un coma diabético) me repetía sin parar: «no me vas a detener, no me vas a detener» ( refiriéndome a la pared) me sentía como dentro de una carrera de videojuegos esquivando la paredes, ahora que lo pienso me da risa pero fue un momento crítico donde todos los corredores nos vimos en aprietos.

 

Del km 38 al 42 fue una subida que parecía interminable, ya no sabía si llorar o reír pero la llegada fue triunfal al cruzar la meta dijeron mi nombre y mi país, claro que sentí que corté el listón de primer lugar como toda una keniana.

Festejé el día de la mujer de una manera muy especial, fui la única mujer mexicana que corrió y terminó el maratón.

Ahora sí Tierra Santa estás palomeada. Veremos qué otro maratón nos tiene preparado la vida.

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