Un día decidí que haría los Six WMM (Boston, Chicago, Nueva York, Berlín, Londres y Tokio), sé que no soy corredora profesional y nunca lo seré, pero ser una persona común no me impide soñar y creer que puedo ir más allá: soñar, desear, luchar y conseguir.
Berlín sería mi 4 WMM, mi tiempo en Nueva York me permitió aplicación garantizada y dio inicio al proceso de entrenamiento, con un gran compromiso y disciplina lleve a cabo todas las semanas el programa diseñado por mi entrenador.
Se acercaba la fecha, el entrenamiento estaba terminado y los preparativos listos, sin embargo, el 19S nos sorprendió en la Ciudad de México con un sismo de magnitud 7.1 causando grandes daños estructurales y emocionales en todos los mexicanos, una vez más la naturaleza nos mostró su poder y lo frágil que somos ante ella. Ante este hecho, apareció la duda de ir al maratón, el deseo de quedarme en casa con los míos, sin embargo, ellos me motivaron a continuar con el sueño, a seguir adelante y hacerlo por ellos y por nuestro país. Aunado a esto, era mi primer Major al que iría sin mi porra: Jorge, Lucas y Carmina.
Después de más de 10 horas de vuelo llegué a Berlín, el viernes por la noche, me dirigí a mi hotel para instalarme y descansar, desde mi llegada al aeropuerto se sentía la emoción del maratón, podía ver corredores de diferentes países todos con nuestras distintivas playeras y chamarras de Boston, Tokio, Chicago, Nueva York, entre otros, la magia estaba en el ambiente.
El sábado fue organizado un trote de 6 km, iniciando en el Palacio de Charlottenburg y terminando en el majestuoso Estadio Olímpico con un gran desayuno para todos los participantes del maratón. Antes de iniciar el recorrido fue muy padre ver a una gran cantidad de mexicanos, con los cuales tuve oportunidad de tomarme la foto oficial.
Después de desayunar, me dirigí a la Expo BERLIN VITAL para recoger mi número de corredora y me di a la tarea de recorrerla. Como era de esperar estaban las grandes marcas y todos los productos que necesitamos los corredores y algunos que no, ¡pero que nos encantan!. Más tarde fui a caminar un poco, y para cerrar el día, fui a disfrutar mi última cena de carbohidratos. Ya en mi hotel, hice el ritual que siempre hago una noche antes de cualquier carrera, preparé mi ropa, tenis, geles y todo lo necesario para mi gran día.
Me levanté a las 5 de la mañana para tener el tiempo suficiente de alistarme, comer algo ligero, hablarle a México con la porra, y hacer un último recorrido en mi mente de todo lo que me llevó a estar en ese momento y en ese lugar. Caminé de mi hotel a mi corral de salida, bajo una ligera lluvia, la cual nos hizo compañía gran parte del recorrido del maratón, por lo que desde antes del arranque ya tenía los tenis completamente empapados y me moría de frío, sin embargo, agradezco enormemente a un voluntario alemán quien se quitó su impermeable para dármelo y me llevó un café que fue gloria en esos momentos.
Llegó la hora, era el momento, inició la cuenta regresiva y en la gran pantalla pude ver el arranque de los elite, los grandes globos azules escapando al cielo, comenzamos a caminar, llegó mi momento de cruzar el gran tapete, poner a andar mi reloj y dedicar todo a mi familia, mis amigos, mi país y a todos los que creen en mí. Al principio, era difícil avanzar entre todos los corredores, después de unos minutos, los corredores de mi bloque, marcábamos el mismo ritmo por lo que nos manteníamos juntos, pasamos los primeros 5 km y el grupo llevaba un ritmo constante, con el cual me sentía cómoda, así llegamos al kilómetro 21.
Durante el recorrido, pude ver mucha gente con banderas mexicanas, lo cual me llenaba de emoción y yo les respondía “México”, “México Fuerte”; tocar las manos de los niños alemanes que con una gran sonrisa nos inyectaban ese “power” de seguir; la cara de tristeza y angustia de aquellos corredores que por los calambres tenían que abandonar; desconocidos gritando mi nombre… Esta es la parte del maratón que no se escribe en el plan de entrenamiento.
Hasta este momento, todo iba bien, sin embargo, al cruzar el kilómetro 30, una ligera molestia en mi pantorrilla izquierda fue mi compañera constante, silenciosa, la cual por momentos me abandonaba y otros me recordaba que ahí estaba, lo cual me obligó a bajar un poco el paso, ya faltaba poco, no había vuelta atrás. En ese momento, decidí no angustiarme por el ritmo al que debía de correr de acuerdo a lo planeado y solo disfrutar.
Mi corazón se aceleró y no pude evitar las lágrimas al cruzar el kilómetro 42, el cual está marcado en la entrada de la histórica Puerta de Brandenburgo…¡ya solo eran 195 metros!.
En ese momento, saqué de mi bolsa la bandera de México que me habían dado Lucas y Carmina, la extendí con gran orgullo, aceleré el paso, sonreí y crucé la meta…¡El sueño estaba cumplido!.
Continué avanzando, llegué por esa GRANDIOSA MEDALLA, me tomé fotos, recibía las felicitaciones de otros corredores, que nos abrazábamos por el gusto de haber terminado, de estar ahí; pasé a recoger mi kit de recuperación, mi poncho, mi tan merecida cerveza, me quité los tenis, las calcetas, me recosté en el pasto y di las gracias a todos los que son parte de mi locura por correr.
Gracias BERLIN por la experiencia, por permitirme ser parte de tu historia.
Gracias JORGE, LUCAS y CARMINA por estar siempre, por su apoyo en las largas sesiones de entrenamiento, por su paciencia y esperar a que regrese para el desayuno.
Gracias Coach (Fher) por que un día confiaste en mí, y siempre estás al pendiente de mis avances, aunque algunas veces me pongas a temblar con esas sesiones de entrenamiento.
Gracias a todos los que de alguna manera contribuyen para que pueda lograr estos sueños.
Solo me resta decir: ¡Vamos por el siguiente!
Nansy Sánchez
3:10:43