Sentir el aire en mi cara mientras corro es una de los momentos de felicidad que me ha dado la vida, momentos que disfruto en cada kilómetro que recorro, disfruto ver paisajes y sentir cada paso que doy.
Cansarme es parte de ese privilegio que es poder correr, la fusión del alma y el cuerpo en sincronía con la naturaleza, un solo ser que proyecta su energía en cada paso que va obteniendo velocidad haciendo una mecánica de movimiento que fluye en armonía con el universo, el desafío propio con recompensa basada en el esfuerzo y sacrificio, satisfacción sin medida que alimenta la autoestima y genera momentos felicidad.
Sí, todo eso es correr y podría decir más pero no lo hago por que podría derramar otra lágrima, perder la libertad de poder correr en mis lugares me dolió, aún me duele, perder esa posibilidad de hacer lo que amo la había vivido con las lesiones solo que había un ingrediente que dependía de mi cuerpo de poder hacerlo o no, no era cuestión de voluntad sino era un impedimento físico, hoy es diferente, mi mundo se derrumbó momentáneamente al impedirme salir a hacer lo que más amo, aunque hacerlo sea un sinónimo de salud hoy por lo pronto no lo es, el mundo cambió y dejaron de ser comunes las prácticas que daba por hechas, prácticas que eran seguras hoy representan un riesgo para mi salud e incluso mi vida lo cual no me ha quitado el deseo sino no la posibilidad de correr.
Mi mente que había sido forjada por años a base de sacrificios placenteros aunque de solo pensarlo, me recuerdan ese trabajo arduo que tenía una gran recompensa que cualquier cansancio o lágrima valía la pena, eso que hoy mantiene viva surgió de ahí, del correr, eso que existía y formaba parte de mi vida, me ha hecho soportar este encierro que me ha llevado a pensar locuras y a luchar contra mi misma, una batalla interna que voy ganando, misma que va forjando a diario mi carácter, dejé de pensar en mi y en el contexto de mi vida, comencé a pensar más en plural, sentir esa necesidad de vivir en colectividad que antes no valoraba y que a veces, evitaba.
Extraño mis retos físicos, esos entrenamientos en solitario, esas subidas que se vislumbraban interminables, esos momentos en donde mi corazón latía con fuerza al compás de esa canción que generaba adrenalina y esa que podía darme esa calma que mi cuerpo agradecía con gotas de sudor.
Hoy me fue robado ese privilegio momentáneamente, en alguna etapa de mi confinamiento viví tal frustración que pensaba en los kilómetros no recorridos, los momentos que no había vivido, los lugares que no había visitado; hoy pienso diferente, la vida no me robó nada, hoy me levanto pensando “no en lo que no he hecho” sino en lo que ya hice, pienso en eso que me forjó el carácter y lo trato de aplicar en mi día a día, esas lecciones de vida que aprendí corriendo y que aplico a mi vida diaria, pienso en los kilómetros que ya corrí y no en los que no he corrido, un viaje que realizo continuamente dentro de mi ser de una manera tan profunda que descubre esa corredora que ahí vive paciente pero lista en la línea de salida, viaje en el que he tratado de transformar mi frustración en energía positiva en creatividad y fuerza.
Creo que está dando resultados, hoy me doy cuenta que sigo siendo yo, pero mejorada, más fuerte y más consciente, agradecida y en espera de comenzar a vivir plenamente el primer día de esa vida con esa actitud que los corredores conocemos, siempre con espíritu de maratón.
Una corredora con dos meses y medio de confinamiento.
Martha Morales