Soy corredora porque literal, empecé a correr para encontrar la luz durante mi adolescencia, cuando no sabía qué me pasaba y buscaba en cualquier lado la respuesta a esa nueva condición. Me obligaron a correr para ver si hallaba las respuestas a mis constantes preguntas pero no necesité muchas sesiones para enamorarme del running. Fue mi forma de huir de la chancla de mi mamá y jamás imagine lo que iba a aprender.

  • Conozco los resultados del esfuerzo, el compromiso, la paciencia y la constancia. Para mi no hay mejor ejemplo de ello que mi locura por correr. Los resultados, buenos o malos según mi perspectiva, tienen que ver con estos hábitos. He aceptado que soy responsable de lo que sucede en mi vida y que aunque haya quien me critique o no esté de acuerdo, para mi es un proceso que me ha ayudado a entender tanto mi vida personal como profesional.
  • Hacer «dieta» para bajar de peso no es mi prioridad. Cuando me dediqué a entrenar en serio, con un plan de entrenamiento y una guía nutricional adecuada, si un día decidía comer mi hamburguesa que tanto me encantaba, no sentía ni el mínimo remordimiento por ello. Mucho tiempo viví atada al cuerpo perfecto, recuerdo que me ponían a caminar después de comer para no engordar. ¡Me harté hasta que correr me enseñó a comer bien! La ventaja de correr es que uno mismo se va dando cuenta que ya no puede comer mal ni en exceso, el entrenamiento te lo exige y aprendes a mantener el equilibrio en esa parte. Yo como sano pero jamás me niego a unos churros con chocolate ni a una hamburguesa y a veces, a unos tacos, tampoco me la vivo bebiendo smoothies ni jugos detox. Equilibrio ante todo.
  • Tengo claro que nada es para siempre. ¡Lo he practicado muchas veces! Siempre que empiezo una carrera o un entrenamiento para una prueba, sé perfecto que tendrá un final y que depende de mi cómo quiero cruzar la meta. Ya entendí que en la vida es igual, ya no me la tomo tan en serio.
  • Aprendí a lidiar con mi ego. Una de las enseñanzas más fuertes que me ha dado correr es sin duda ésta. ¡Qué difícil fue aceptar frente a mi psicoterapeuta que era humana y que tenía derecho a equivocarme, a caer y levantarme, y a entender que valía la pena ser mesurada a la hora de hablar y actuar. Correr me hizo sentirme invencible y superior a los demás, pero también me regresó a la realidad.
  • Enfrenté mi desvalorización. Fue un shock enterarme que alguna vez adquirí una adicción a las carreras y que tenía que ver con una situación de desvalorización que enfrenté desde niña. Sí, esa en donde te dicen que ni eres tan buena en lo que haces, que tienes que echarle más ganas, que por la forma de tus piernas te vas a lastimar corriendo, que eres de huesos gruesos y nunca correrás rápido, que no confían que puedas con todo, que las mujeres debemos ser mamás, esposas, profesionistas y bla bla bla….y ¿qué hice? ah pues empecé a correr más y más sin mesura hasta que me operaron de las rodillas. Jamás lo volví a hacer. La ventaja es que yo escogí un hábito saludable para enfrentarla y hoy, no me arrepiento porque correr ha sido un gran maestro para mí.
  • Amo mi cuerpo por lo que hace no por como se ve. Cuando empecé a entrenar en forma, me sorprendí de aguantar dos horas diarias de entrenamiento y recuerdo que un día me puse un bikini y me sorprendí del cuerpo que tenía. ¿A qué hora se me disminuyeron las lonjas que yo odiaba? No sé pero me veía más fuerte y me gustó ¡y estaba tan centrada en mis tiempos que me olvidé de las famosas «llantas»!. Hoy ya no me preocupa porque estoy centrada en seguir disfrutando de correr. Mi cuerpo no vale por sus cuadritos en el abdomen ni por tener medidas de 90-60-90, sino por lo que es capaz de hacer no solo corriendo, también en lo profesional (ahí quemo muchas calorías) y otras más a la hora de ser mamá y esposa. ¿O no?
  • Unos kilómetros siempre me hacen feliz. La ventaja de correr es que las endorfinas te cambian el estado de ánimo. ¿Quién no ha corrido para quitarse el estrés? ¿O para sentirse mejor cuando crees que tienes gripa? ¿O cuando hay una situación emocional que te rebasa y quieres encontrar respuestas? Yo recuerdo haber salido de casa enojada y volver con las piernas temblorosas y feliz.
  • Me acerca a mis hijas. Amo que me vean feliz haciendo lo que me gusta, eso, no tiene precio. Y que formen parte de ello, nos une como familia. Digamos que tengo una vida aparte de ellas.
  • Aprendí a compararme conmigo y no con los demás. Otro de los momentos más fuertes de correr fue cuando dejé de utilizar esos comparadores de tiempos donde te dicen qué tan lejos o cerca estás del récord mundial. Me ubiqué en mis circunstancias y me reí al saber que mi desvalorización me estaba estresando más que dejarme disfrutar de lo que tanto amaba. No hay mejor regalo que ver el reloj y saber que le bajé un segundo a una distancia. ¿Que si quiero calificar para correr el Maratón de Boston? ¡obvio! Y seguro algún día iré, no me importa la edad, pero en este momento tengo otras prioridades. Mi rival soy, ya no me aparto tan fácil de mi centro.
  • Me enseña a darle la adecuada dimensión a las cosas y a disfrutar el proceso. Cuando cruzo las metas siento hasta nostalgia por terminar una etapa de mi vida. No sé ustedes, pero disfruto tanto de levantarme con frío, llegar al bosque y ver el amanecer, sudar, tachar los entrenamientos, analizar los tiempos, ver cómo reacciona mi cuerpo, disfrutar de lo que como y dormir como princesa porque al siguiente día voy por más. El proceso es maravilloso ¿o no? Ya no desprecio 5k, ¡antes decía que yo no me levantaba de la cama para correr esa distancia! ¿Ven por qué les digo que perdí el piso? Y las medallas y los tiempos que hago, me recuerdan que soy única y muy fuerte.

Les dejo una frase de Grete Waitz, nueve veces ganadora del Maratón de Nueva York: «acepta las subidas y bajadas que experimentarás. Habrá días en los que sentirás que estás volando y otros en los que no tanto. Es normal para todos los corredores».

Nos seguimos leyendo.

Sonia

@sonitachavez

Ahora ve: 

Guía para ser una mamá corredora