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Cuando faltan 3 semanas para el maratón los nervios empiezan a apoderarse de ti. Lo hecho, hecho está. En este momento debes confiar en el entrenamiento que hiciste; ya corriste (o no) tu distancia más larga, ya ensayaste tu día de la carrera, ya sabes cómo te vas a vestir, qué gel, gomita o pastilla tomarás, ya tienes una estrategia de hidratación, ya está todo!! Y esperar el gran día solo aumenta la ansiedad y la emoción por cruzar la meta.

Uffff! Así me encuentro yo en este momento. El famoso taper me pone los nervios de punta. Tantas semanas de entrenamiento empiezan a jugar con tu cabeza. Ahora hay que bajar el número de km y preparar la mente y el cuerpo para el gran día y yo en vez de sentir alivio, empiezo a sentir angustia.

Esta mañana puse el despertador a las 7am para salir a correr 16Km; me levanté y alisté para salir y confieso que tuve que resistir la tentación de regresar a la cama con Javi y apapacharme delicioso, pero pensé en lo que debía hacer así que sin pensarlo bajé a ponerme los tennis y entonces escuché los pasitos de mi nena Morgana corriendo hacia mi cuarto… También sentí enormes ganas de subir a abrazarla y meterme a la cama con ella pero resistí y salí por la puerta sólo para darme cuenta que estaba frío y nublado y a punto de llover.

¡Tercera tentación! ¿A quién se le antoja salir en esas condiciones? Y mientras me debatía entre el deber y el querer, empezó a llover fuerte y fue en ese momento en el que entendí que tenía que salir, necesitaba mojarme, liberarme, necesitaba correr. Tuve una revelación increíble: la lluvia era una señal y supe tomar lo que la fría y nublada mañana me ofrecía. En vez de quedarme en mi zona de confort decidí salir y mojarme y sentir la lluvia escurrir en mi cara y todo el cuerpo me dio la claridad de mente que necesitaba.

Es como si me hubiera limpiado las ideas que se habían apoderado de mi en los últimos días. Seguí corriendo y hablando sola alegrándome de haber tomado la decisión correcta, me regalé esos momentos para reírme sola, para jactarme de mi valentía, de mi tesón, de mis ganas, de mi pasión.

Sentí cómo estas 13 semanas de entrenamiento se resumían en ese instante y en lo que es correr para mi: un placer.

Disfruto correr.

Amo correr.

Necesito correr.

Me apasiona correr.

Y cuando la lluvia empezó a caer más fuerte decidí regresar. Sin haber completado ni siquiera la mitad de lo originalmente planeado esta mañana, comprendí que correr mi maratón de Washington tiene muchos más propósitos que el entrenamiento mismo; claro que quiero cruzar la meta de mis 42K con fuerza y una sonrisa en la cara, por supuesto que tengo en mi cabeza el tiempo que quiero hacer, sin duda quiero hacerlo mejor que la última vez  pero nada de eso importa ahora y necesito soltar el control pues ha llegado el momento de confiar, de parar el ritmo y disfrutar.

A veces pasamos tanto tiempo clavadas en el “deber ser” que olvidamos el querer.

A veces nos esforzamos tanto que olvidamos disfrutarlo.

Así me caché estos últimos días y no me gustó.

Soy naturalmente, nerd, clavada y responsable en todo lo que hago. Soy cumplida y matada y hoy mientras corría bajo la lluvia, sentí que estaba realmente disfrutando ese momento y aunque en mi mente cuadrada había que hacer 16Km, entendí que se vale romper las reglas, que hay que escuchar al cuerpo y también al corazón, que tener ganas de regresar a casa a ver una peli de Rosita Fresita con mi nena, es mucho más importante que mi corrida.

Supe que se vale regersar a la mitad del camino, supe que estoy lista para mis 42K y que tras 13 semanas de intenso entrenamiento, lo que venga ahora ya es regalo.

Supe que ser corredora es quien soy, no es un estado por un ratito, ni una moda pre-maratonesca; soy una corredora mortal que esta mañana decidió no cumplir con la distancia que marcaba en entrenamiento.

Aprendí que a veces los tenis se pueden quedar esperando en la puerta.

Esta mañana el ritmo lo marcó mi espíritu, mis ganas, mi yo “ menos nerd y menos clavada”…

¡Y me encantó!

Coach M

@MarianaSanchezW